lunes, 28 de abril de 2014

Bienvenidos al norte. Crónicas navarras ( 3º parte )

Este domingo fuimos de escapada a Vitoria ( Gazteiz para los de allá ). Día con nubes y sol. Encontramos sin dificultad aparcamiento en zona azul del centro, pero al ser festivo, no había que pagar (Bieeeennn !!). Oye que esto de tener que echarle euros a la maquinita cada vez que estacionas es sangrante. En Pamplona y las capitales del País Vasco,  la gente lo ve de lo más normal, pero lo que es yo, no termino de acostumbrarme. Coño,  ya pagamos impuesto de circulación... Bueno, que desvarío. El caso es que vamos por la calle de la Paz, y nos para Celso.
Pues sí,  Celso. Un señor de 87 años,  con porte, bien vestido y con una simpatía auténtica. No nos conocemos de nada, pero nos explica que en el número 13 de esa calle, nació él,  como nacían antes los niños,  en la cama de su madre. Que había visto cambiar su calle tras 8 décadas y que aunque no vivía ya allí,  le gustaba pasear y hablar con la gente.
Podéis pensar que a mi mujer y  a mí,  nos estaba cortando un poco el día.  Nada de eso. Celso es una de esas personas que portan arrugas y canas, pero que tienen aun el brillo de la niñez en los ojos. Nos contó hasta un chiste de un vasco que va a Sevilla.  Y con gracia. Vamos que no nos tuvimos que reir por compromiso. Qué?  Lo cuento? Pues va por él:
" Dice que uno de Vitoria fue de turismo a Sevilla, y en una esquina se encontró a dos tíos besándose. Indignado, se acerca y les grita que ostias están haciendo.
Los dos de Sevilla,  lo miran y le dicen: A ti que te pasa guapo?  Uyyyy lo que me ha dicho el maricón esteeee...!!!
El de Vitoria to mosqueao se va en busca de un guardia, se acerca y le dice: Señor agente,  esos dos de allí me han dicho guapo, y el munipa de Sevilla, lo mira de arriba a abajo y le dice: Guapo no, guapísimo! ! "
Pues eso, nos reímos,  nos presentamos y fue el embajador de Vitoria. Nos hizo visitar esa ciudad por primera vez con una sonrisa.
Es lo que os he dicho otras veces. Gente buena en todos lados. Y mamones también.
Paseamos unas horas por su casco histórico,  y nos sorprendió una ciudad bien cuidada, con calles y avenidas anchas y con mucha diversidad de gentes y edificaciones.
A eso de la una, de vuelta al coche, que nos vamos a comer a Murgia.
Qué bien.  Como se nota el poderío.
No. De eso nada. Que la Caixa, por pedir un préstamo,  nos regaló una cajita de esas de " Vivir experiencias" y claro, a Montse y a mí,  entre una vuelta de 8 minutos en kart, o que nos untaran de barro en un spa durante 30 minutos,  pues nos fue más lo del menú degustación.
Nos plantamos en Murgia en media hora.  Un pueblo bonito, mas grande de los que estamos acostumbrados a visitar por Navarra,  y con vida.
Niños jugando, papás dándole al WhatsApp,  mamás dándole a la lengua... Vamos que había ambiente.
Los dos ya llevábamos con el cachondeo desde que Montse hizo la reserva.  Lógico,  hoy en día y de siempre, quien se fía del regalo de un banco. Vamos, que todos sabemos que espléndidos nunca han sido, al menos con la gente de cuentas cortitas.
Pues nada, nos plantamos en la puerta del Hotel Restaurante " La casa del patrón " y nos lanzamos a la aventura gastronómica.
El sitio con buena pinta, recomendado por la guía Michelin y con un montón de premios de certámenes de pintxos.
Los precios de tan deliciosos platillos no se veían por ningún lado, en su web tampoco, pero como sólo ibamos a entregar un bono... Disculpado. Aunque para una futura visita, nos gustaría saber con qué presupuesto debemos contar. O si por el contrario, aceptarían un buen friegaplatos en jornada completa.
Entramos al comedor, exterior,  acristalado y acogedor. Nuestra mesa con el cartelito de reservado y en buen sitio. Pero... dirigiéndonos hacia ella, una pareja que ya estaba comiendo, con dos platos enormes y encima de ellos sendas latas de lo que parecía caballa en aceite, abiertas, pero vamos, sin quitarles siquiera la tapadera.
Mi mujer y yo tomamos asiento. Esperamos prudentemente que el camarero vaya a por el vino, y empieza el descojone...
" Niña.  A estos dos les habrá dado el bono los del Cofidis..."  Risas y pendientes si nos van a traer de primero una lata de calamares en salsa americana.
Nada de eso. Aparece nuestro camarero,  que se llama Miguel, y nos deposita unos platos enormes con un nido de ensalada, con una base de crema de bogavante y más cosas que no sé detallar. Lo de nido es literal. Vamos, nido de gorrión. Que allí había ensalada para que tapeara un hamster.
Miraditas cómplices,  y probamos.
Coño. Está exquisito.
Un sabor potente. Una textura en la boca deliciosa.
Empezamos a relajarnos y a disfrutar.  En su momento, aparece el segundo plato: Un revuelto de perretxikos, que es una seta de temporada muy apreciada por aquí.
Lo mismo. Poca cantidad pero invitaba a coger un trozo de pan crujiente y mojar. De nuevo sorpresa. En la cocina, estan los de master chef, y nadie nos ha dicho nada. Delicioso. Nuevos sabores, evocadores de las umbrías donde se escondian esas setas, y amaestrados por unas manos expertas.
La botella de vino blanco había perdido ya dos tercios de su contenido, y mi Montse tenía ya sus dos chapetas, que era la versión de  Heidi pero en buenorra.
Seguimos con el cachondeo de los de la mesa de atrás. Nada, que el bono de esos, es de haber comprado en un chino...
Llega el tercer y último plato. Unos chipirones con base de gloria bendita y salsa celestial.
Si. Los mejores chipirones que he comido en mi vida (Y que me perdone mi madre).
Finalmente, postre y café.  Una sencilla bola de helado de chocolate casero, con un crujiente de no sé que galleta, que a la Montse se le caía un lagrimón.
Ella, que está acostumbrada a comerse mi postre también,  esta vez no le salió la jugada. Aún sopesando las futuras consecuencias,  disfruté de mi maravilloso postre.
Con el café,  como somos andaluces, no pudimos...vamos, ella no pudo evitar interaccionar con Miguel. Le expresamos las sensaciones tan buenas que nos había dado y cómo evitarlo, preguntarle que habían hecho esas dos criaturas para que les abrieran unas latas de conserva.
Miguel, que ya se le notan los años de experiencia de tratar con catetos y todo tipo de fauna comensal, nos miró sonriente y como el que alecciona a dos críos,  nos explicó que esa pareja había disfrutado de un menú de cinco platos. Y que esa lata de conserva que tanto nos había dado juego, eran unos recipientes que las simulaban y en su interior iba servida gloria bendita del Cantábrico.
Pues eso. Nos levantamos, le dimos las gracias y alabanzas a Miguel por todo, y nos tomamos un par de pintxos y cervezas en la barra.
Repito.
LA CASA DEL PATRÓN,  en la calle San Martín,  2, de Murgia en Álava.
Después para casita, poco más de una hora de camino,  que mi madre se marchaba el lunes por la mañana y había que disfrutar de su compañía.
Ay!! Esas abuelas que nos hacen de canguro y de cocineras!!!
Gracias a Celso,  a Miguel y a mi Madre, por habernos regalado un día único.
A la Caixa, ningún agradecimiento que ya se lo cobran mes a mes.

DEJADME RESPIRAR !!