miércoles, 17 de agosto de 2011

VOLVER AL MERCADO (Después de los 40)



Sí. Digamos que es la resaca de la anterior entrada. Pero es que llegar al ecuador de tu vida (Al menos en las estadísticas más optimistas), y tener de nuevo que volver a eso del cortejo es complicado.
Vamos a seguir con nuestro anterior personaje. Varón, ex-mileurista y viviendo durante un año con sus padres. Éstos ya le han dado la charla de que debe retomar su vida, volver a darse una oportunidad...Vamos, que hay que buscarse otro sitio dónde vivir que tus progenitores ya no dan más de sí.
Bien, ha encontrado pluriempleo y ha alquilado un pisito en la periferia, donde tener algo de intimidad y que sus hijos vuelvan a tomarle en serio. Parece que es cierto eso de que la vida continúa, y en un arranque de autoestima, se mira en el espejo y promete que su vida ha de reiniciarse.
Lamentablemente no hay academias para estos casos, tienes que ser autodidacta. Y eso es difícil; pasaste de que te comprara los calzoncillos tu madre, a que lo hiciera la madre de tus hijos. Y del vestuario no hablamos. Un año sin actualizarlo, has engordado y casi todo tiene la marca Decathlon. Bueno, lo del vestuario se puede arreglar (Para eso está el C&A y el Kiabi), y la forma física...bueno eso tendrá que esperar. De todos modos lo tuyo ha sido siempre el rollo intelectual, ser gracioso y no parar de hablar. Un colega te dice que eso ya no se lleva, que ahora lo que "pega fuerte" son las nuevas tecnologías, has de estar en las redes sociales (Porque si no eres como un fantasma), y necesitas un smartphone que te tenga en todo momento conectado. Nada, me abro una cuenta en el Meeting, falseo más que el curriculum de un veinteañero, y a esperar.
Oye, la página esa de contactos funciona,y pensar que me planteé ahorrarme los 80 eurazos. Pues nada, vuelvo a tener una cita, y encima la tía está buenísima.
Llegas a la cafetería donde os habéis citado, casi guardándote el bonobús (Tu ex también se quedó el coche, que era lo único que ya estaba pagado), y te detienes en la entrada, respiras, te cargas de optimismo y entras.
Has llegado un poco antes de la hora, y se ve que después de tantos años, eso de que al hombre lo hagan esperar sigue estando de moda. No importa, me he sentado al fondo con una buena visual de la entrada, así la podré observar cuando aparezca.
Sólo 15 minutos después de la hora, aparece una mujer que podría ser ella. Se ve que no eres tú el único que maneja el photoshop. Ella te reconoce, se acerca sonriente a la mesa que has elegido, y os dais dos besos formales.
Tras unos minutos de romper la tensión, ella se lanza y en un momento os ponéis al día. Los dos divorciados y con la parejita ambos. Tú eres consciente de que estás flirteando con el lado oscuro. Que detrás de esas sonrisas nerviosas hay otro gilipollas como tú que ha sido expoliado. Pero en ese momento piensas que lo jodan, que ahora te toca a ti disfrutar de lo que él consiguió en su vida marital. Con un poco de suerte, puede que acabes incluso roncando en su ex-colchón de viscolástica, ese que aún no ha acabado de pagar.
Se ve que ella estaba tan necesitada como tú, porque en esa primera cita, acabáis en su casa. No te da tiempo ni a fisgonear, tras cerrar la puerta empieza el forcejeo. Eso es como montar en bici. Vamos que es lo que te dijo tu colega.
Os vais desvistiendo en penumbra, tú acojonado sin saber si hay alguien más en la casa. Ella parece que lo intuye, y te tranquiliza diciendo que su hermana le hace de canguro. A empellones es conducido a la habitación principal. Una cama desconocida, todo desconocido y ella jadeante que te pregunta: ¿Te gustan de sabores o estriados?. Tú, en ese instante no sabes si te están ofreciendo un postre o una bebida. ¡Joder, que lo que tiene en las manos son condones!. Hace miles de años que no usas uno, vamos desde el primer noviazgo, y no mucho tiempo porque te cortaba el rollo. Y ahora, con la tensión que estás acumulando no eres capaz de procesar si el gorro te lo tienes que colocar en el pito, o mascarlo cual chicle. Ella, que es todo solicitud, te vuelve a echar un cable, lo abre de un mordisco, y plis-plas, ya tiene a Don Pepito con la gabardina puesta. La quieres compensar e intentas hacer un alarde de tus ensayados preliminares, y todo genial, pero con tanta concentración en el examen oral, el lápiz pierde punta, y sobra mas funda que carne. Bueno, ya no eres un chavalote y tienes tus recursos. Como todo está en penumbra, tiras de imaginación y piensas en esa vecina que te ha puesto siempre. Aquello se anima, y al final el lance queda en un bien alto, con bis incluido.
Después, una vez que las respiraciones se calman, ninguno de los dos quiere ni encender luces, ni decir nada. Por supuesto, ni ella te pide que te quedes, y tu agradecido. Ya nos llamamos. Ha sido fantástico...
En la calle respiras satisfecho. No por haber follado, sino por haberte largado pronto de aquel sitio y sus malas vibraciones. Ella, se ducha, abre esa botella de vino que esperaba a la continuación de la velada, y se la bebe, entera, con placer tumbada en su sofá, mientras un programa amarillo parlotea de fondo. "Menos mal que no ha querido quedarse", piensa.
Sobra decir que esa experiencia no se volvió a repetir nunca más. Ella, que ahora tiene recursos, sale con otras amigas en igual situación, y cuando quiere un apaño, pues se lo busca, pero jamás en la casa de sus hijos.
Él aún no lo sabe, pero terminará saliendo con esa compañera del instituto a la que no echaba la más mínima cuenta, y en la que descubrirá una nueva oportunidad de amar y ser amado.
Si a ambos les irá bien. ¿Quien sabe? Lo único certero es que la soledad es mala, sobre todo si es impuesta. Y que todos, sin excepción, nos merecemos todas las oportunidades del mundo.

¡DEJADME RESPIRAR!


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